5/18/2009

Bolso hasta la muerte

Por eso reserva un sonido y una pasión que todavía no acomodó en ningún texto para una palabra que le bordea el corazón desde la infancia: la palabra Nacional. Nacional es su club y no sólo eso. Además funcionó como el lazo inicial y potente que lo ligó al fútbol para siempre.Nacional, dice Benedetti con el aire corto que distingue su respiración de asmático y también con el eco dulce que no se escucha pero se lee en todos sus libros. De niño era hincha de Nacional y lo sigo siendo. Es que los jugadores cambian de cuadro, pero los hinchas no. Y resume su historia de tribuna, que se parece a un montón de historias: Cuando era chico, íbamos al estadio con unos amigos casi todos los fines de semana. Y seguí yendo mucho tiempo.He visto jugar no sólo a Pelé o a Maradona, apunta Benedetti, quien guarda su lista de próceres propios en el fútbol, todos uruguayos: Vi a Schiaffino, a Petrone, a Scarone, a Ghiggia, a Wálter Gómez. Habla de fútbol a la manera de cualquier hincha que anduvo las canchas como un hábito y coleccionó imágenes como tesoros. La literatura no aparece hasta que hace un amago -no más que eso- cuando la evocación conduce a Atilio García, un delantero argentino que fabricaba goles y más goles en la delantera de Nacional y cuya memoria podría merecer un cuento: Fue como un mito en Uruguay. Mire que le pegaron patadas. Y los que se lastimaban eran los que lo pateaban, era muy fuerte. Pero jugó en una época en la que los futbolistas ganaban poquísimo. Me acuerdo que Atilio García no había podido ganar dinero ni para comprarse una vivienda. Si hasta se hizo una colecta entre los hinchas de Nacional para que tuviera una casita.Benedetti no había cumplido ocho años cuando Uruguay obtuvo en 1930 y en Montevideo su primer título del mundo. Pero su recuerdo deportivo más feliz es veinte años más joven y corresponde al Mundial de 1950. El gran momento fue cuando ganamos ese campeonato en el Maracaná. Fue tremendo porque Brasil era campeón sólo con empatar, había goleado a todo el mundo. Uruguay, en cambio, llegó a la final muy costosamente. Por eso, la victoria fue una enorme sorpresa. No había televisión, así que escuché el partido, aquel 2 a 1 increíble, por radio. Después, resultó inolvidable la recepción a los jugadores en la rambla de Montevideo. Fue todo el mundo. Por supuesto, yo también estuve ahí.Igual, la reivindicación mayor queda para Obdulio Varela, el capitán de aquella selección uruguaya: Mientras todo el equipo festejaba, él se fue a ver a los brasileños. Murió pobre. Qué personalidad, qué honestidad. Obdulio fue un tipo que se ganó el prestigio no sólo en la cancha, alguien que nunca entró en componendas, coherente y fiel a sí mismo.Lejos de la ingenuidad, Benedetti también mira de frente a los rostros oscuros que con frecuencia son la cara del fútbol. Le molesta la violencia digitada, financiada y provocada por los dirigentes. Por eso va poco a la cancha y sigue los vaivenes de la pelota por televisión. No es su único enojo: El fútbol pasó a ser un fenómeno económico que manejan grandes empresarios y señores como Joao Havelange, más bien nefastos. El es como el capo de una mafia del fútbol. Alguna vez escribió un artículo titulado El fútbol como anestesia: Muchas veces, el fútbol fue mostrado por las dictaduras como un escaparate, como pasó con Franco y el Real Madrid, en la Argentina del 78 o en el Mundialito de 1981 en mi país.También añora otro juego: Prefería aquel esquema 2-3-5, que hacía que hubiera más espectáculo. Luego vinieron teorías más mezquinas. Sobre el punto, toma posición: Me gusta el fútbol como juego. Estoy cerca de lo que piensan Valdano, Tabárez o Cappa. Son gente que quiere ganar, pero no quiere sacrificar el juego en haras de ganar o perder.Por afuera de hazañas, protagonistas y zonas oscuras, Benedetti evalúa como mínima su biografía futbolística. Fui golero, pero muy malo, admite, y reconoce su acto culminante en el deporte en una carrera de atletismo de 800 metros, que gané cuando era joven. El basquetbol y el pimpón completan su historia en las pistas y en las canchas.El resto, lo que no es deporte, lo conoce el mundo. Cada uno de sus textos conmueve como una gambeta brillante o como un gol genial. Así que no importa mucho que no haya sido un buen arquero. Ya se sabe que en la cancha de la vida, Mario Benedetti, ese escritor encantado por el fútbol, juega, juega y juega.

Que no se enfrié el carbón allá arriba

Pequeño homenaje de la Logia de los Osos Polares.
CAMBALACHE por Mario Benedetti

Aquel equipo de futbol, rioplatense (no daré más detalles ya que lo que importa es la anécdota y no el nombre de los actores), llegó a Europa sólo 24 horas antes de su primer partido con una de las más prestigiosas formaciones del Viejo Continente (tampoco aquí daré más detalles). Apenas tuvieron tiempo para una breve sesión de entrenamiento, en una cancha más o menos marginal, cuyo césped era un desastre.

Cuando por fin entraron al verdadero campo de juego (el field, como dicen algunos puristas) quedaron estupefactos ante las descomunales dimensiones del estadio, las trubunas repletas y vociferantes y también ante la atmósfera helada de un enero implacable.

Como es habitual, se alinearon los dos equipos para escuchar y cantar los himnos. Primero fue, lógicamente, el del local, que fue coreado por público y jugadores, seguido por una cerrada ovación.

Luego vino el de los nuestros. La grabación era espantosa, con una desafinación realmente olímpica. No todos los jugadores conocían la letra en su totalidad, pero al menos coreaban la estrofa más conocida. Sólo uno de los deportistas, casualmente un delantero, aunque si se acordaba del himno, decidió cantar en su reemplazo el tango cambalache: "Que el mundo fue y será una porquería, /ya lo sé, /en el quinientos seis/y en el dos mil también". Sólo en el palco oficial, unos pocos aplaudieron por compromiso.

Cuando concluyó esa parte de la ceremonia, y antes del puntapié inicial, que estuvo a cargo de un arrugado actor del cine mudo, los jugadores rioplatenses rodearon al delantero díscolo y le reprocharon duramente que cantara un tango en lugar del himno. Entre otros amables epítetos, le dijeron: traidor, apátrida, saboteador y cretino. El incidente tuvo inesperadas repercusiones en el partido. Por lo pronto, los otros jugadores evitaban pasarle la pelota al saboteador, de modo que éste, para hacerse con ella, debía retroceder casi hasta las líneas defensivas, y luego avanzar y avanzar, eludiendo a los fornidos adversarios y pasándola luego (porque no era egoísta) al que estaba mejor colocado para tirar al arco.

Los europeos jugaron mejor, pero faltaban pocos minutos para el final y ninguno de los equipos había logrado perforar la valla contraria.

Así, hasta el minuto 43 del segundo tiempo. Fue entonces que el apátrida recogió la pelota de un falso rebote y comenzó su desafiante carrera hacia el arco adversario. Penetró en el área penal, y en vista de que hasta ahora sus compañeros habían desaprovechado las buenas ocasiones que él les brindara, dribleó con tres geniales vaivenes a dos defensas, y cuando el guardameta salió despavorido a cubrir su valla, el cretino amagó que patearía con la derecha pero lo hizo con la izquierda, descolocando totalmente al pobre hombre e introduciendo el balón en un inalcanzable ángulo de la escuadra. Fue el gol del triunfo.
El segundo partido tuvo lugar en otra ciudad (no entro en detalles), en un estadio igualmente impresionante y con sus tribunas de bote en bote. Allí también llegó el momento de los himnos. Primero el local y luego el de la visita. Aunque la banda sonora, iba por otro rumbo, los 18 jugadores, perfectamente alineados y con la mano derecha sobre el corazón, entonaron el tango Cambalache, cuya letra si era sabida por todos.
Aunque se ganó también ese partido (no recuerdo exactamente el resultado), los indignados dirigentes resolvieron suspender la gira europea y sancionar económicamente a todos los jugadores, sin excepción, acusándoles de traidores, apátridas, saboteadores y cretinos.

Mario Benedetti, escritor uruguayo.

5/06/2009

USTEDES ME DEBEN ESPANTO

Continuando con el curso de inmersion polar,añadimos este material audiovisual el cual es fiel reflejo de las personalidades de los miembros de la sacrosanta LOP.