Hacemos nuestro el sufrimiento de nuestro General, guía y rector de las buenas costumbres que en nuestros años mozos nos enseñó a zanjar las diferencias con un cuchillazo en la garganta.
Es difícil hablar con el corazón herido, pero es en silencio donde se concentran las filas y se maneja la condición del Estado.
Un sentido homenaje de
Zé Orellana
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